martes, septiembre 12, 2006

DOCE (Crónicas Apresuradas)

DOCE
El motor se detiene. Las luces se apagan. Me bajo del auto. A través de la ventana veo a mi padre en otra de sus luchas con las máquinas que sobrepueblan mi casa. Lo acompaña el incondicional Pedro Cárcamo. Entro a la casa. Mi padre me dirije una mirada desesperanzada.
-Lo perdimos. Ya no podemos hacer nada más por él –declara con certeza.
-Pero, ¿y todo tus archivos?- pregunto con algo de miedo.
-Perdidos. Para siempre. – Su voz se oye deprimida.
-Pero Eduardo, ¡si ya tenía más de veinte años! – le dice Pedro Cárcamo.
-Sí, es verdad, pero uno nunca se lo espera, no lo ve venir...
-Papá...-comienzo insegura- y los otros ¿están bien?.
-Por el momento, hija, por el momento. Te sugiero que mañana mismo respaldes todo lo que te importa. Yo no tuve elección. Simplemente los perdí. Para siempre.
-Oye, si son sólo archivos, no son personas...
-Claro, pero esos archivos son mi trabajo de años.
-Lo siento, papá.

Entro a la casa. Tengo que esperar hasta mañana para respaldar mis archivos. Por hoy, no hay nada más que podamos hacer.